A veces soy pero no estoy

Dije no cuando quise decir quiero.

 

Una vez, sentí cuando no debía; otras, intenté hacerlo sin conseguirlo.

Creo que dibujé un castillo de peros hipotecados en murallas de arena

que se deshacían cuando el viento traía tu nombre.

 

A veces soy pero no estoy.

 

«Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena»

«Que ser valiente no salga tan caro, que ser cobarde no valga la pena» J. Sabina

 

Otra vez tú y yo frente a frente, Ciudad del Viento.

Otra vez, tan igual a la primera, llena de desconcierto,

de miedo e incertidumbre.

Esta vez, tú más bonita que nunca, yo más cobarde que antes.

Con más años, sí, pero con la sonrisa tan desdibujada.

Te miro desde una ventana que no es la mía,

sintiéndome una veraneante perdida entre la nada.

Ya  no me acuerdo de qué calles llevaban tu nombre,

ya no te encuentro.

Hoy solo hay tiempo para las nubes.

 

No estamos terminados

No creo que llegue a encontrar la perfección, pero tampoco creo que el fin del ser humano sea buscarla. Sin embargo, sí creo que nacemos siendo un molde inacabado, una especie de pieza con un gran potencial que puede y –de hecho- debe ir mejorando con los años. Por eso aprendemos a caminar, a hablar, a razonar. Hacernos viejos no debe pesarnos si ello supone aprender, mejorar y superarnos.

Nacemos destinados a ser polvo, pero antes de que esto ocurra tenemos un largo camino para aprender a ser alguien que valga la pena y que perdure en el recuerdo como algo más que simples cenizas.

Sigo esperando

Esta noche puede ser una noche inmensa,

llena de esperanza,

de colores,

de juegos sagrados,

de pasado y de futuro.

Tal vez, en el ocaso, llegue un regalo sin papel,

sin dedicatorias,

sin envoltorios,

sin lazos,

sin palabras,

sin nombres ni ataduras.

 

Esta noche puede ser una noche eterna,

llena de oscuridad,

de grises,

de ausencias,

de presente lleno de nada.

Tal vez, con la llegada del crepúsculo, las luces se apaguen y me arranquen la sonrisa desgastada.

 

 

Hasta entonces, sigo esperando, soñando que te escucho

aunque me hables con la voz callada.

Elpis

Hacía muy poco tiempo que se había dado cuenta de que las agujas de su reloj giraban hacia el lado contrario, de que el optimismo no era su forma de vida. ¿Cómo enfrentarse, entonces, a una sociedad infectada de sonrisas si en las cuencas de sus ojos solo había lugar para pequeñas lágrimas condensadas de amargura infinita? Desde luego, él no tenía la respuesta. Por desgracia, no tenía ni una moneda en el bolsillo ni nada que llevarse a la boca. Tan solo conservaba un pequeño papel desgastado por el tiempo, por el frío y la humedad de las noches sin cama en Madrid. La tinta de aquel papel -que algún día fue una carta- lo mantenía vivo y le devolvía una pequeña gota de esperanza para seguir buscando en los recovecos de cualquier esquina una sonrisa impostada para conseguir llegar a su destino.

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Literatureando

Si me preguntaran qué es para mí la literatura no sabría cómo definirlo exactamente, pero podría asegurar, sin ningún tipo de dudas, que posee una fuerza que me atrae, obligándome a volver a ella una y otra vez. Es una auténtica máquina de excesos que siempre quiere más y por eso se cuela en nuestras vidas.

Aunque intente huir de ella, siempre sigue mis pasos y sabe dónde encontrarme. La literatura es un vuelo nocturno en primera clase.

Verosimilitud

Aristóteles nos dejó grandes reflexiones literarias como el concepto de verosimilitud, definido en su Poética del siguiente modo: “no es obra de un poeta el decir lo que ha sucedido, sino qué podría suceder, y lo que es posible según lo que es verosímil o necesario” e incluso añadió que “es preciso preferir lo imposible que es verosímil a lo posible que es increíble”.

Cervantes tomará estas afirmaciones para sustentar su teoría de la verosimilitud, con la que nacerá una de nuestras obras más importantes en la lengua española: El Quijote.

“Hanse de casar las fábulas mentirosas con el entendimiento de los que las leyeren, escribiéndose de suerte que facilitando los imposibles, allanando las grandezas, suspendiendo los ánimos, admitan, suspendan, alborocen y entretengan, de modo que anden a un mismo paso la admiración y la alegría juntas; y todas estas cosas no podrá hacer el que huyere de la verisimilitud y de la imitación, en quien consiste la perfección de lo que se escribe.” (Don Quijote, I)

Viejo escorzo desgastado

Se divertían juntos. Entre ellos había química, complicidad. La vida se resumía en buenos ratos, risas, sexo, besos y caricias. Pero, como era de esperar, no estaban en el mismo punto.

Maldito punto  que resume la vida a un viejo escorzo desgastado.

Como es bien sabido, en toda relación siempre hay uno que siente más. Nadie sabe por qué mierdas pasa eso, pero es así.

Ella no estaba preparada para tener nada serio. Sin embargo, él no podía dejar de mirarla por las noches, imaginando una vida a su lado. Ella, simplemente, dormía. Él soñaba con sus besos.

 Ambos seguían las pautas que desembocaban en la solución de la misma ecuación que, sin palabras,  habían acordado:  nada de llamadas a media noche, nada de te quieros ni de palabras de amor llenas de melancolía. Él no las decía, ella no las esperaba.

 Él sabía que aquello no duraría más de lo que dura un verano. Ella se lo había dicho desde el principio: simplemente no podía querer, no sabía hacerlo. Supo una vez, creo, pero se le olvidó rápido.  Estaba cansada –decía- de promesas sin cumplir, de remordimientos por las noches, de besos que no valen nada. Ahora prefería vivir cada momento, no apegarse a nada ni nadie. Tan solo quería respirar y sentirse viva.