Londres se dibuja misterioso
en la pupila de tus ojos
con la fuerza de un agujero negro
que todo lo atrapa.
Londres te busca en los espejos
de los charcos,
en la luz de cualquier escaparate.
Recuerda tu figura de mujer lasciva y caprichosa
perdiéndose entre la niebla.
Después,
vuelves a desvanecerte
igual que la lluvia en el trópico.
Ahora,
te desvaneces
como un espejismo en medio del desierto.
La ciudad me susurra que no eres
ya más
que la arena atrapada en los zapatos
tras un verano en la playa.
No eres
ya más
que la escarcha
a las orillas del Támesis
en un invierno frío.
Cada corazón guarda un secreto.
Cada misterio anhela revelarse.
Cada gota esconde una pizca de ternura.
Cada mirada entre nosotros es un «hoy es siempre todavía».