Se hace eco la nostalgia del sol en los tejados
cuando la repentina brisa del otoño sobrecoge nuestros cuerpos.
De nuevo siento la inapetencia de seguir perteneciendo a un mundo
de seres inertes,
marionetas conducidas por el sentimiento de supervivencia.
Sobrevivir a cualquier precio.
El calor de tus labios cuando estamos a solas
se va evaporando, despacio, como la espuma.
Pronto se olvida el sudor de tantas noches.
El eterno temor de invocar al pasado sigue presente en tu rostro
como una enfermedad incurable.
Y yo, como si acabara de despertar de un sueño, no acierto a decir qué sucedió.
Buscaba algo, creí encontrarlo y cuando desperté me encontré sola.