El apego

Nos han educado y criado para sentir apego y estar condicionados por él.

La gran mayoría de esta sociedad padecemos el sufrimiento que el apego nos ocasiona, pues en el momento en que este se produce, nuestra felicidad deja de depender de nosotros mismos, otorgamos ese poder a otra persona y dependiendo de sus actos, acabamos siendo infelices, sintiéndonos incompletos y vacíos.

La felicidad depende tan solo de ti. Si tú mismo no eres capaz de darte lo que necesitas, nadie podrá hacerlo. Por eso es tan importante que no otorguemos ese poder a nadie y que lo guardemos bajo llave, así nadie podrá dañarnos emocionalmente. Tú eres dueña de ti misma.

El apego nos hace sentir inseguros y con una autoestima deteriorada. Esto conduce inevitablemente a los celos y actitudes posesivas.

Dejemos de querer y comencemos a amar. Cuando «quiero» lo hago de fuera hacia adentro, espero recibir algo de los demás para completarme, pero cuando «amo» a alguien lo hago de dentro hacia afuera, siendo un ser completo, que comparte lo que hay dentro de sí mismo.

Dejar de sentir apego no es un camino camino fácil; al contrario, es un proceso complejo y costoso, pero desde luego necesario para encontrarnos en paz con nosotros mismos, para conectar con nuestro ser interior y dejar a un lado la mente, que nos intenta controlar y mantener sumisos.

Cuando solo «quieres» dejas de ser tú, te alejas de tu ser y te corrompes: actúas por y para los demás, buscas agradarles y de ese modo marginas tu propia identidad.

Si consigues dejar a un lado el apego, si consigues amar y dejar de querer, dejarás de sufrir. Sentirás dolor porque la vida duele, pero esas punzadas que te provoca el sufrimiento innecesario desaparecerá, porque dejarás de esperar de los demás, dejarás de necesitar.

Deja de buscar fuera porque lo único que necesitas está dentro de ti.

En palabras de Buda: «El dolor es inevitable, el sufrimiento opcional».

Paz

Volveré con una piel más dorada, marcada por los abrazos del sol, algo inusual en un cuerpo que ha vivido encerrado en tantos inviernos.

Pareceré otra o tal vez la misma, pero tan solo yo sabré quién se oculta tras las palabras que se entremezclan con la arena y el sabor del mar.

Seguiré buscando la dulzura porque nunca he sabido vivir entre tanta sal. Y, aunque no vuelva a ningún lugar, siento que de algún modo regreso donde siempre quise estar.

El caos es especialista en seducir a mi equilibrio, pero hoy mi cuerpo me pide paz y se la voy a dar.