Me pregunto cuánto tiempo llevamos aquí,
destruyendo un planeta que ni siquiera nos pertenece,
como un amor irreparable.
Un dudoso cansancio nos deja vivir
mirando siempre hacia otro lado, como si nos pesaran las pestañas.
Pero en ti obstina un rumor de clemencia.
Lo sé por tu mirada.
Es más que un pálpito, más que un augurio.
Simplemente lo sé.
Sin conocernos, sin haber cruzado una palabra.
La vida no nos regala ya más que una imagen inconexa,
llena de gritos abstractos.
Aunque es fácil encontrar en ella tu boca y tocar tus labios,
mientras me pregunto si toda la vida hemos estado aquí.