Me declaro culpable

La acusada caminó lentamente hacia el estrado y, sin tiempo a que nadie pudiera preguntarle, dijo:

– Sí, señoría, me declaro culpable. No soy más que otra creyente del amor romántico.

A lo que la jueza le contestó:

– Usted tan solo es otra víctima más de la educación sexista del siglo XX.