Hay momentos en los que debemos soltar aquello
a lo que nos aferramos.
Todos somos prescindibles,
incluso aquellos perturbadoramente pensados imprescindibles.
Porque algunas formas de amar suponen la renuncia a la propia
identidad.
Hay momentos en los que debemos soltar aquello
a lo que nos aferramos.
Todos somos prescindibles,
incluso aquellos perturbadoramente pensados imprescindibles.
Porque algunas formas de amar suponen la renuncia a la propia
identidad.
Ya no está de moda deshojar margaritas
ni enviar cartas con carmín y perfume.
Ya pocos se enamoran leyendo poesía.
Aunque, curiosamente, tú estás presente en cada sinestesia.
Tienes el sabor de ese aroma.
No importa que el tiempo cambie,
sigues siendo primavera.
Cuando encuentro tu cuerpo siempre estoy sedienta.
Sabes que si te perdiera, te encontraría.
Eran contrabandistas de palabras,
fundadoras de su propio idioma
tan sutil y clandestino que, aunque hubo quien pudo observarlo,
nadie lo pudo descifrar.