Zaragoza

Al final sigo siendo yo aunque el brillo de mis ojos sea diferente. Y no sé si eso me reconforta o me lleva a la deriva. Sigo sin entenderme a veces, llorando porque sí o riéndome de los recuerdos. Sigo pensando en ti como lo hacía antes, pero también soy capaz de hacerlo con una nueva perspectiva. Pero como digo, sigo siendo yo: una intensa, una romántica. Una persona algo perdida en la inmensidad, en un tiempo y una sociedad que no la representan. Tal vez solo sea una dramática, pero prefiero sentirlo todo así que ser incapaz de reflexionar, de autoanalizarme o de asumir qué he hecho mal. Tal vez en esta vida me haya equivocado demasiadas veces, pero nadie me había enseñado a jugar.

Viajar en tren, escuchar Vetusta, leer un libro y volver a Zaragoza. Al final todo se repite pero de forma distinta, porque el tiempo pasa, algunas personas cambian, pero otras permanecemos así, sentadas en el vagón, contemplando el horizonte, recordando otros viajes, recordando otros paisajes y otras manos que nos estrechaban fuerte.